para mejorar la seguridad alimentaria,
sino también para mitigar impactos
ambientales y uso de recursos. A esca-
la mundial en 2007, la Huella Hídri-
ca azul por pérdida y desperdicio de
alimentos se estimó en 250 km
3
, equi-
valentes a 3.6 veces la Huella Hídrica
azul de consumo en Estados Unidos
(Mekonnen & Hoekstra, 2011), o a
la recarga anual del acuífero guaraní
(FAO, 2016).
Es evidente que una reducción en la
pérdida y desperdicio de alimentos en
los ámbitos mundial, regional y nacio-
nal tendría un efecto positivo en los
recursos naturales y en la sociedad, ya
que además de quitar presión sobre los
escasos recursos naturales, también
reduciría la necesidad de incrementar
en 60% la producción de alimentos
para satisfacer la demanda de la po-
blación para el año 2050 (FAO, 2013).
Se estima que la Huella Hídrica
mundial por desperdicio de alimentos
es mayor que la Huella Hídrica azul
por consumo de productos agrícolas
de cualquier nación, ya sean las de
alto consumo de agua o las que tienen
una población muy numerosa como la
India o China. La mayor Huella Hídri-
ca azul por desperdicio de alimentos
la tienen los cereales (52%) y las frutas
(18%) (FAO, 2013).
Según datos del programa Cruzada
Nacional contra el Hambre, en te-
rritorio nacional 10 mil toneladas de
producción agropecuaria son desper-
diciadas cada año, lo que equivale al
37% del total de la producción, con
un valor que asciende a 100 mil millo-
nes de pesos, esto podría cubrir las ne-
cesidades alimentarias de los 7.4 mi-
llones de personas que se encuentran
en pobreza alimentaria en México.
En el cuadro 3.8 mostramos datos
anuales para algunos productos ali-
menticios en cantidad de toneladas
desperdiciadas y porcentaje que este
representa contra el volumen total de
producción nacional. Se pierden más
de 4 millones de toneladas de leche
de vaca, producto que más desperdi-
ciamos en términos de volumen y que
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