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tipo de políticas tienden a reproducir los valores y esquemas tradicionales
que perpetúan las desigualdades de género” (EPADEQ, Op. cit.: 5).
No obstante estos avances, las instituciones enfrentan dificultades para su
implementación y, por ello, los programas de agua y saneamiento con fre-
cuencia carecen de estos enfoques o los incorporan de manera insuficiente.
Los obstáculos se expresan en muchos planos: las inercias de la planeación
basada en enfoques verticales, la sectorialización extrema que impide en-
foques más integrales, la falta de capacidades institucionales o humanas
para emprender procesos más incluyentes, las limitaciones presupuestales
y los plazos para su ejercicio y la falta de diálogo e interlocución con los
grupos sociales involucrados.
Entender el proceso de las políticas públicas como un sistema puede ser útil
para remontar algunos de los obstáculos mencionados. Si se concibe el pro-
ceso de las políticas públicas como un ciclo, los resultados de una política o
un programa contribuirán a retroalimentar el proceso para la siguiente fase.
El gobierno, una vez efectuada la intervención, mide los efectos de la mis-
ma sobre el problema y tras observar si éste ha concluido o, si permanece,
se pregunta si es necesario seguir actuando. En caso afirmativo esto daría
lugar a un nuevo proceso de formulación de alternativas (Tamayo, 1997).
Concebida como un ciclo, estas fases de la planeación no tienen sentido
en sí mismas, aisladas del proceso. No es suficiente tener una adecuada
definición del problema y haber determinado claramente a quiénes afecta,
el momento correcto para abordarlo o su costo económico, si la selección
de las alternativas de solución no es acertada para neutralizar o resolver
el problema. Tamayo refuerza esta idea, resaltando que tampoco tener
presente la unidad de la política pública y, por tanto, del proceso, exime de
la consideración específica y detenida de cada una de las fases (Tamayo,
1997: 3-4).