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Los aportes conceptuales y las prácticas sociales han modificado los es-
quemas convencionales de la planeación de las políticas y los programas
de gobierno. Hay dos aspectos que han destacado en las últimas décadas,
uno se refiere a la participación social y el otro, a la inclusión de la perspec-
tiva de género.
Algunas experiencias precursoras de la inclusión de la participación social
en la planeación gubernamental, fueron los presupuestos participativos en
Porto Alegre, Brasil
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; en otros casos se instituyeronmecanismos de contra-
loría ciudadana y proliferó la creación de consejos consultivos ciudadanos.
Los mandatos y lineamientos para la inclusión transversal de la perspec-
tiva de género han dado lugar a mecanismos de asignación presupuestal,
creación de instancias o unidades responsables de promover la igualdad de
género en las instituciones de gobierno y la formulación de metodologías e
indicadores sensibles a género.
Por ejemplo, el Observatorio para Igualdad de Género entre Mujeres y
Hombres del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana establece que “existen di-
ferencias notables entre la planeación estratégica tradicional y la planea-
ción estratégica con perspectiva de género. En la primera, se ignoran las
diferencias entre la población a la cual van dirigidas las políticas públicas,
y ni siquiera se consideran las problemáticas de género a las que están
expuestas las mujeres y los hombres destinatarios de esas acciones. Este
2 Armando Rendón, en un análisis sobre la iniciativa de presupuesto participativo de
Porto Alegre, Brasil, plantea que es la experiencia de democracia participativa más
evolucionada de Latinoamérica y que ha llegado a convertirse en un símbolo para
otras prácticas de democracia en la región. Su instrumentación implicó un complejo
entramado de relación de diversas instancias de participación popular, la estructura
del gobierno municipal y la legislatura local. “El presupuesto lleva consigo una gran
legitimidad social y, en los hechos, ha modificado la distribución del poder político y
de la cultura política, precisamente porque es un mecanismo de justicia distributiva,
que se despliega a partir de la transferencia de recursos de los barrios más ricos a
las regiones más pauperizadas” (Rendón, 2004:9).