197
Conclusiones para una política pública para la restauración del ecosistema
lacustre desde la perspectiva de la justicia ambiental
ataduras de poder entre quien supuestamente
sabe y quien no sabe. Esta dicotomía inhibe la
reflexión y suprime el entendimiento conjunto
lo cual perpetua el autoritarismo.
En cambio si de veras ocurre un diálogo, todas
las partes se tomarán en serio como interlo-
cutores válidos reconociendo las diferencias
con respeto sin llegar a aceptar la verdad aje-
na como suya. Cada quien entenderá al otro en
sus propios términos y desde saberes distintos
pero ambos dispuestos a aprender mutuamente
uno del otro. Ese deseo de mutuo aprendizaje
es el sello de la paridad de sujetos de conoci-
miento en el diálogo de saberes. Las partes no
aprenden lo mismo, no se trata de uniformizar
sino de enriquecerse con la diversidad de ideas
sin hacer concesiones fáciles sino comprensio-
nes duraderas. El lago de Pátzcuaro fue objeto
de múltiples intervenciones, muchas de ellas –
particularmente después del conflicto generado
por la pretensión gubernamental de instalar una
planta nucleoeléctrica a principios de la década
de 1980- fundamentadas en pretensiones par-
ticipativas que a la fecha poco queda de ellas.
Lo que está claro en este caso es la persistencia
de lo que Castilleja (2011) llama condiciones de
competencia asimétrica, los cuales derivan en el
desplazamiento o reemplazo de conocimientos
de quienes ocupan posiciones de mayor desven-
taja social. Es fundamental retomar este diálogo
de saberes, implementar de manera participa-
tiva las acciones que se pretenden realizar en
el ecosistema lacustre reconociendo la validez
práctica de los conocimientos locales a partir
no sólo de “metodologías participativas”, sino
de mecanismos más efectivos y renovados de
inclusión.
Aquí se hacen diversas recomendaciones, como
por ejemplo sobre las áreas de conservación y
refugio de especies nativas, debido a la pesca
de la tripilla y charal que seguramente afecta
la diezmada población de pescado blanco. Esto
como el control de las artes de pesca, la calen-
darización de la pesca, incluso del charal, es im-
prescindible acoplarlo con las necesidades eco-
nómicas de pescadores y otros grupos de interés
en el lago. Las soluciones de arriba hacia aba-
jo ya no son soluciones factibles. Estas, como
otras recomendaciones tienen que ser traba-
jadas conjuntamente entre los involucrados, y
esto implica el diálogo de saberes. Pero además
del diálogo y construcción de consenso en torno
a cuáles son principales problemas y cuales sus
soluciones, se requiere de la coordinación de
acciones, de forma tal que sea bajo otras reglas
del juego y una representación renovada de los
grupos de interés.
Integración de acciones
Cuando son definidos los problemas ambien-
tales, irremediablemente se hace referencia a
las complicaciones o alteraciones de los eco-
sistemas o paisajes naturales en alguno de sus
aspectos sustantivos, expresando tácitamente
o de forma manifiesta la afectación provoca-
da por los seres humanos, y las consecuencias
negativas para ellos mismos. Desde este pun-
to de vista, pierde sentido tratar de definir los
problemas ambientales exclusivamente desde
la racionalidad científica disciplinaria de las
ciencias naturales, como puede ser la ecología,
biología, hidrología, edafología, entre tantas
otras. Todo proceso de degradación es inheren-
temente socioambiental. El planteamiento con
el cual Blaikie (1985) discute la erosión es muy
claro. La erosión que no afecta o es producida
por la población sólo es parte de un proceso de
transformación natural; cuando afecta o es pro-
vocado por población, resulta en un problema
socioambiental.
El científico natural generalmente asume que la
presencia de un problema ambiental se demues-
tra sólo con datos cuantitativos obtenidos en su
laboratorio o en campo. Se le dificulta asumir
que no sólo se trata de demostrar cuantitativa-