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Conclusiones para una política pública para la restauración del ecosistema
lacustre desde la perspectiva de la justicia ambiental
Esto refuerza el análisis de Medellín (2006) apli-
cado a la gestión del agua en nuestro país, ya
que con base en la tipología de regímenes po-
líticos que elabora, ubica a México en el ‘tipo’
de
régimen de obediencia endeble
, en los que las
estructuras y prácticas institucionales de poder
político y acción estatal dependen del momento
que atraviesan de los intereses privados o gru-
pos de interés corporativo.
Otro punto que se puede documentar es el del
desfase que existe entre las reglas del juego y la
posibilidad de los actores gubernamentales de
hacer cumplir las reglas, esto es, de aplicar de
manera eficiente la política del agua a través de
acuerdos y negociaciones. Esto se logrará cuan-
do el paisaje de la cuenca y sus recursos sean
vistos como un patrimonio al cual hay que con-
servar y cuidar.
Patrimonizalización de
la cuenca del lago de
Pátzcuaro y su paisaje
En este entorno natural se han llevado a cabo
importantes transformaciones de origen huma-
no (antrópico), las cuales han alterado de forma
sucesiva el paisaje original. Los diferentes gru-
pos humanos habitantes de la región se lo han
apropiado de distintas maneras. La primera de
ellas se refiere a la ubicación de los asentamien-
tos de población en localidades bajo un primer
patrón que reconocía la distribución natural de
los recursos; activos ambientales ya transfor-
mados en activos productivos. Después se han
ido rompiendo las limitaciones ambientales con
base al desarrollo tecnológico y el conocimiento
de los recursos disponibles. Con el desarrollo de
la tecnología, los grupos humanos incrementa-
ron su control sobre los procesos naturales y en
consecuencia amplificaron la artificialización
del paisaje bajo una visión de sociedad contra
naturaleza en el último siglo. Estas tecnologías
pueden ser sutiles o más agresivas, como es la
mecanización agrícola, el alambrado de potre-
ros, el riego y la introducción de especies forá-
neas o manipulación de las locales.
La segunda forma de apropiación es a través de
su percepción particular del paisaje. Esto im-
plica una connotación subjetiva con base en la
construcción de una mirada que lo reorganiza,
y construye significados en cada cultura. En los
grupos tradicionales y campesinos, esta mirada
no separa a la naturaleza de lo humano, al pai-
saje natural del paisaje cultural. Los seres huma-
nos son vistos como parte del mundo natural,
o viceversa, la naturaleza aparece humanizada
a través de ritos, relaciones simbólicas y éticas.
En cambio, en la cultura occidental se establece
desde una etapa muy temprana la dicotomía na-
turaleza-sociedad, en la que el ser humano y la
naturaleza son componentes opuestos (Descola,
2001). En el paisaje existen recursos que se pue-
den aprovechar e incorporar a la producción de
bienes para satisfacer las necesidades humanas
que, desde una economía extractiva y de am-
pliación de la frontera agrícola, que pasa aho-
ra a la necesidad de revalorizar el paisaje y sus
elementos, para incorporarlo como patrimonio
que hay que conservar. La patrimonialización
del paisaje resulta entonces una nueva forma
de apropiación y reconstrucción de aquello que
consideramos valioso y deseamos heredar a las
futuras generaciones (Magaña y Rojas, 2008).
Actualmente los desequilibrios territoriales nos
han hecho volver poco a poco hacia una visión
que reintroduce a la sociedad en la naturaleza,
reinterpreta la manera en que se complemen-
tan, estableciendo una relación simbiótica y de
co-evolución. Surge así un nuevo paradigma,
en el cual predomina una visión holística del
territorio, expresado como un sistema com-
plejo adaptativo. Bajo esta nueva perspectiva
tenemos que volver a mirar y trabajar sobre lo
que ya habíamos observado en el paisaje, para
poderlo explicar de una nueva manera, como