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Tecnología y Ciencias del Agua
, vol. VIII, núm. 1, enero-febrero de 2017, pp. 21-33
Montesillo-Cedillo
, Suministro de agua potable en México: más allá del crecimiento poblacional
•
ISSN 2007-2422
“… Tenemos la enorme responsabilidad
de planear adecuadamente las acciones que
llevaremos a cabo para administrar y gestionar
nuestras aguas nacionales en forma sostenida,
sustentable y responsable, considerando el
cambio climático, el crecimiento demográfico y
las necesidades de la industria, el campo y el
abastecimiento público urbano” (PNH 2014: 11).
La planeación de la producción de agua en
México se sustenta en lo establecido en la Ley de
Agua Nacionales (LAN) (Cámara de Diputados
del H. Congreso de la Unión, 2013). La gestión
del agua es integrada y planificada (LAN, Art.
XXIX: 5; título tercero, Art. 14 BIS 6: 35), deben
trabajar de manera conjunta, principalmente,
la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y
la Comisión Nacional Forestal (Conafor). La
planificación se plasma en el Programa Nacional
Hídrico y en los Programas Regionales.
El volumen de agua disponible depende del
ciclo hídrico y es función del nivel de precipi-
tación pluvial media. La cantidad disponible
anual es el promedio de por lo menos los úl-
timos 30 años (Semarnat-Conagua, 2014a: 29).
En México, la precipitación pluvial media anual
es de 760 mm, la cual equivale, después del
ciclo hídrico (Semarnat-Conagua, 2013: 16-17)
a 471.50 km
3
de agua renovable anual; de ésta,
se destinan a los usos consuntivos 81.65 km
3
(Semarnat-Conagua, 2014a: 60), equivalentes al
17.32% del agua renovable anual.
Los usos del agua se clasifican en consunti-
vos y no consuntivos. Los usos consuntivos son
todos aquellos que descargan menos agua de
la concesionada o asignada, como los usuarios
agrícolas, abastecimiento público urbano, indus-
tria autoabastecida y energía eléctrica (no consi-
dera a las plantas hidroeléctricas). Los usos no
consuntivos sólo utilizan el agua y descargan la
misma cantidad concesionada, aunque pueden
afectar su calidad, dentro de estos están, entre
otros, las plantas hidroeléctricas y actividades
recreativas (Semarnat-Conagua, 2013: 46).
El agua suministrada para consumo humano
o potable está enmarcada en el abastecimiento
público urbano, y del total de agua destinada a
los usos consuntivos representa el 14.65%, equi-
valente a 11.96 km
3
/año (Semarnat-Conagua,
2014a: 60). Aunque cabe destacar que las fugas
llegan a representar hasta 40% del agua produ-
cida por los organismos operadores en todo el
país (no obstante, dicho porcentaje es subjetivo
debido a la falta de estudios de evaluación de
fugas) (Semarnat-Conagua, 2013a: A-163). Si
bien las fugas, el agua no facturada, la deficien-
cia del padrón de usuarios y el clandestinaje
son relevantes en la gestión de los organismos
operadores y, por lo tanto, en el suministro de
agua potable, no se consideran en este trabajo,
porque dicho suministro de agua potable aquí
se aborda en el ámbito federal o de manera
agregada.
Los encargados de proporcionar el servicio
de agua potable en México, de acuerdo con el
artículo 115 constitucional, son los municipios,
pero la Conagua otorga la asignación, ella es
la institución “reguladora de los sistemas ur-
banos de agua potable operada por los estados
y municipios” (Cienfuegos-Velasco, Aguilar, &
Alejo-Pompilio, 2012: 93).
En 2013, el último del periodo considerado
en este estudio, 77.3% de la población total
de México se concentraba en zonas urbanas
—localidades con 2 500 o más habitantes—, y
tenía una cobertura de agua potable de 95.4%.
El resto de la población (22.72%) habitaba en
zonas rurales —localidades con hasta 2 499 ha-
bitantes—, con una cobertura de agua potable
de 81.6%. La cobertura nacional promedio de
agua potable para el mismo año fue de 92.3%.
En México, planeación y gestión integrada
del agua se basan en el crecimiento demográfi-
co y en el de las actividades económicas; para
el caso del agua potable, sólo en la dinámica
poblacional. Además, en la actualidad “existe
un creciente reconocimiento de que las deno-
minadas crisis del agua son básicamente crisis
en la gestión y gobernabilidad del recurso”
(Sevilla, Torregrosa, & Moreno, 2010: 281), las
cuales podrán evitarse, o reducir su severidad,
si se considera al ingreso permanente como otro
determinante —tan relevante como el crecimien-
to poblacional— de la cantidad demandada
de agua potable física y virtual, toda vez que