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dice que son del deshielo de las nieves de los volcanes, otros dicen: son las aguas de otros ríos o de
las incesantes tormentas que caen en estos lugares En todo caso unas y otras alimentan el caudal de
esta cascada.
-Cómo dije, aquí empieza nuestro viaje. Caminemos con cuidado, no se separen, cuídense unos a otros.
Vamos a ir por lugares nunca vistos por ustedes, algunos peligrosos, otros no tanto, pero ya saben,
dice el viejo guía, detrás de la prudencia vive la seguridad.
-Caminemos.
El grupo avanza por la orilla del caudaloso río, a medida que nos alejamos de la caída de agua el silencio
empieza a acompañarnos, solo se escuchan nuestros pasos y a lo lejos, el sonido del agua al chocar
contra las piedras.
De improviso y sin saber cómo, el viejo y todo el grupo caemos en un enorme hueco. Todo el mundo
grita, la caída dura apenas unos segundos antes de ir a dar con nuestros huesos sobre un suave piso
de ramas y hojas secas. Estamos en el Bosque, todavía vemos la orilla del río, pero la corriente se
escucha muy lejos.
El sol que nos acompañaba al inicio de nuestro viaje, en este lugar ha sido tapado por las altas ramas
de un bosque húmedo y espeso. Es como si todos hubiéramos subido al tobogán y ahora nos arrastrara
hacia la segunda vuelta del espiral, descendemos, a lo lejos alcanzamos a ver un monte poblado de
pinos, cedros, ocotes, en ellos notamos como los pájaros carpinteros golpean con insistencia el tronco
de algún árbol.
De repente como una aparición vemos un colibrí multicolor y otro, uno más llega y desaparece. Alguien
descubre entre el follaje a un búho, que inconmovible nos ve pasar sin asustarse. Un pájaro llena el
silencio con su canto. Sobre nosotros cae, incesante, una lluvia de cáscaras: son los restos de las piñas
del pino que las ardillas, habitantes de este sitio, comen en las alturas de los árboles,
-En este bosque, nos dice nuestro guía, hubo, ya hace mucho tiempo, venados, coyotes, pumas, pero
los cazadores los exterminaron, hoy todavía hay ardillas, mucho ratón de campo, algunos tipos de
serpientes, culebras, lagartijas, las arañas y los alacranes llegan a este bosque antes de las lluvias,
cuando los vientos los levantan del piso de otros lugares y montados en el aire llegan hasta aquí.
-Todos estos animales, comenta uno del equipo, son parte de la cadena alimenticia del bosque, para
sobrevivir, todos se comen a todos y los seres humanos aprovechamos y consumimos de ellos lo que
logramos atrapar, cazar o domesticar.
-¿Y flores Don? ¿En el bosque no hay flores? no veo ninguna Pregunto y aseveró alguno.
-Muchas, dice el viejo, hermosas, de muchos colores, son estacionales y se ven sobre todo después de
la temporada de lluvias. En ese momento y como si el viejo guía la hubiera llamado, una cerrada llovizna
se derrama sobre nosotros.
Corremos en busca de refugio, todos hacia la boca inmensa de una cueva salvadora, cuando nuestros
ojos se acostumbran a la oscuridad, allá en el fondo de la gruta distinguimos una luz tenue. El estruendo
del agua chocando contra las piedras nos alerta, una lámpara se enciende, estamos a la orilla de un río
subterráneo, su corriente nos acompañará por un rato en nuestro viaje.
Caminamos hacia la tenue luz, pues suponemos es la salida de la cueva, cuando estamos a punto de
alcanzarla, el río y su murmullo desaparece bajo la tierra y cuando por fin salimos a la luz, frente a
nosotros está, sin duda, un panorama nuevo.
La selva, nuestros primeros pasos en ella los damos son sobre un piso mojado, lodoso, lleno de plantas,
muchas de ellas vivas y en rápido crecimiento. No deja de llover, A lo lejos se escucha el aullar de los
monos, el alboroto de las aves: pericos, tucanes reales, tucancillos corralejos, los hecofaisanes los