Tal vez tu no sepas lo que es una cuenca - page 15

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Siguiendo las aguas del río en su camino al mar. (Un recorrido por una cuenca imaginaria)
Hemos caminado todo el día entre montes y cerros, vamos hacia una de las cimas más altas de esta
serranía, avanzamos, no sin dificultad por camino, un grupo de seis personas y un guía: un viejo
campesino del lugar, quien antes de salir nos dijo:
-Nos dirigimos a un hermoso sitio, allí llueve siempre, todo el año. Desde ahí iniciaremos el viaje a lo
largo del río, para conocer los diferentes lugares de esto que ustedes llaman la cuenca.
No es tarde, pero el cielo está nublado, el sol a punto de quedar totalmente oculto tras un cúmulo de
oscuras y pesadas nubes, anuncio de tormenta.
-Apresúrense. Debemos llegar al refugio antes del anochecer, nos dice nuestro guía.
-Dense prisa, en cualquier momento puede a empezar a llover.
Caminamos por la empinada cuesta tan aprisa como podemos, el sudor nos baña y empapa nuestras
camisas y playeras, el aire frío congela nuestras manos y caras. Caminamos en silencio, después de un
tiempo aparece, en la distancia, una oscura casa de piedra que esa noche nos servirá de refugio.
Cuando estamos a punto de entrar en él, una ráfaga de viento nos empuja, un rayó ilumina la serranía,
y segundos después, el estruendo del mismo anuncia el aguacero. Entramos en tropel, empujándonos
unos contra otros, En pocos minutos un cerrado aguacero amenaza con echar a tierra la techumbre y
paredes del refugio entero.
Mientras cierro, no sin dificultad, las puertas, el viejo guía enciende una pira de leña que está en el
centro de la habitación, las primeras llamas del fuego iluminan tímidamente el espacio, la luz del fogón
ahuyenta la oscuridad, las alimañas que huyen de la luz. Esta noche podremos dormir, gracias al fuego,
calientes y tranquilos.
Afuera el viento y el aguacero son como el aviso del fin del mundo. Adentro, acomodados alrededor
del fuego, algunos se disponen a dormir.
-Debemos hacer guardias para alimentar el fuego. -Esta noche lloverá tanta agua y el viento soplara
de tal manera que este lugar se pondrá tan frío como un pedazo de hielo-, dijo el viejo guía y
desapareció en la oscuridad.
Entre bromas y conversaciones cada uno de quienes componemos el grupo, después de comer y tomar
algo caliente, nos vamos enredando en nuestras cobijas, luego, uno a uno, como los monitos del juego
de tiro al blanco de una feria, vamos cayendo dormidos junto al fuego, como alcanzados por los
certeros disparos del sueño.
La penúltima guardia me toca a mí. Cuando el viejo guía me releva, antes que el cansancio me tome
por asalto, lo veo sacar del fuego, a mano limpia la lata del café hirviendo se sirve y mientras, sin
remedio voy cayendo en el espiral del sueño, lo veo acomodarse frente a la lumbre, lo veo y su imagen
es como la de un antiguo ídolo indígena, sobre un altar de fuego iluminado.
De pronto, como si estuviéramos deslizándonos en un tobogán me veo y los miro resbalar, cuando
acabamos de caer estamos todos y el viejo guía frente a una majestuosa caída de agua. La catarata,
ha tallado, tal vez en siglos, un profundo hueco, sobre la roca dónde cae. El estruendo del agua al chocar
contra la superficie nos deja sordos, la brisa nos moja la cara, la ropa y el cuerpo.
Cuando levantamos la vista podemos observar el hueco por dónde sale el agua, es como si en medio
de un tupido bosque de altos y gruesos pinos de entre la piedra, un tubo invisible expulsara hacia el
vacío, aquel enorme y torrencial chorro.
-En esta cascada, nos dice el viejo guía, empieza nuestro viaje por la cuenca; el del río, que da nombre
a la misma, viene de muchos kilómetros arriba. El agua nace más allá, de las altas montañas, hay quien
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