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6. La presencia y participación social real y activa (efectiva) debe ser
un espacio a través del cual las iniciativas comunitarias se conviertan
en acciones (obras, programas, etc.) subsidiadas por entes públicos,
promoviendo la conservación de dicha infraestructura. Como hemos
visto a lo largo de este libro, planes, programas y sistemas tecnológicos
pueden ser adecuados para atender problemas sustanciales en las
áreas periurbanas, pero si para su implementación no se cuenta con la
participación real de los involucrados, no habrá el éxito esperado. De
aquí la necesidad de pasar de un esquema de atención o asistencial
a uno de corresponsabilidad social, donde los pobladores sean
reconocidos como un factor importante para la solución de problemas
y no como entes inertes destinatarios de programas, equipos,
tecnologías y planes gubernamentales.
7. Se debe construir una agenda tecnológica que atienda más lo local y
las condiciones particulares de cada caso, dejando de lado los procesos
de homogeneización en los que no se reconocen ni diversidades ni
diferencias. Lo local también debe mantenerse en un ámbito acotado,
donde la comunidad gestione y maneje las obras con la participación
o respaldo de instituciones, de centros educativos y de investigación,
así como de organizaciones no gubernamentales. Lo anterior sería
objeto de aprendizaje social e institucional, mientras se consolida como
proceso. También, puede ser objeto de difusión, en el sentido de que
la transmisión de su experiencia permitiría compartir conocimientos
con otros actores, en otras latitudes y replicar su implantación. La
dinámica de crecimiento urbano de la Ciudad de México –y de
muchas ciudades de América Latina– obliga a replantear en la agenda
pública, en lo relativo a la dotación de servicios de estas áreas, sobre
todo por la rapidez de su aparición y crecimiento, pero también debe
abrir la posibilidad a que la investigación que se realiza en temas de