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Estudio ecosistémico del lago de Pátzcuaro
1929 cuando se introduce la lobina negra (
Mi-
cropterus salmoides
) conocida localmente como
trucha. En varios sucesos posteriores se llevó a
cabo la siembra (voluntaria o involuntaria) de
carpas (
Cyprinus
spp.), tilapias (
Tilapia
spp.) y
mojarras (
Oreochromis aureus
) (Rosas 1976 en
Berlanga
et al.
1997; Rosas 1976 en Orbe-Men-
doza 2002; Rodríguez 2003; Huerto
et al.
2009;
IMTA 2004 en Alvarado 2011).
Si bien a través de un largo periodo de la histo-
ria, la introducción y aclimatación de las espe-
cies no nativas ha sido visto como una contribu-
ción positiva para mejorar el ambiente humano
bajo las creencias de beneficios económicos,
deportivos o estéticos; incrementar la seguridad
alimentaria; recubrir áreas desérticas y panta-
nos para uso humano, entre otros objetivos,
desde su llegada la especie exótica invasora tie-
ne impactos negativos sobre las especies nati-
vas (Wittenberg y Cock 2001; Hernández 2002;
Young 2006; Ling 2009). Los impactos potencia-
les de las especies exóticas cubren un amplio
rango de factores tanto biológicos (e.g. hibrida-
ción y contaminación genética) como ecológi-
cos (e.g. alteraciones de las redes de interacción
entre especies de la comunidad, alteración de
las condiciones del ecosistema nativo), am-
bientales (e.g. provocando la extinción de otras
especies y su consecuente daño ecosistémico),
comerciales (e.g. trayendo la destrucción de
sistemas comerciales locales basados en la agri-
cultura o productos naturales) y sociales (e.g.
alterando las relaciones humano-ecosistema y
sus dependencias) (Castro, Valladares y Alonso
2004; Young, 2006).
Algunas especies invasoras pueden afectar las
bases de toda la red alimenticia, cambiando las
dinámicas de un ecosistema a un patrón nuevo
por completo. Las invasiones caracterizadas por
este tipo de modificación del hábitat pueden ser
entre los problemas más catastróficos e intrata-
bles de las especies no nativas. Algunos de los
cambios que imponen sobre el sistema las espe-
cies invasoras pueden ser de una importancia y
magnitud tales que alteran las condiciones fun-
damentales dentro de las cuales pueden desa-
rrollarse las especies nativas, en otras palabras,
les orillan a desaparecer (Van Driesche y Van
Driesche 2000).
Se ha podido constatar que las especies exóticas
invasoras son las responsables de la extinción del
39% de las especies que han desaparecido en el
globo terráqueo desde el año 1600 al menos, sien-
do la destrucción de hábitats la segunda causa
(36%). En las zonas continentales, están amena-
zados cerca del 20% de los mamíferos, el 15% de
los reptiles, el 5% de las aves, y el 3% de los an-
fibios; si se promedia el total de estos grupos, se
tiene que el 12% de los animales en el continente
están amenazados por causa de la presencia de
especies exóticas invasoras (Hernández 2002).
Efectivamente, los peces exóticos en Pátzcuaro
generan problemas en todo el ecosistema lacus-
tre. Estas especies afectan la dinámica de las va-
riables abióticas y generan cambios dentro de
las redes tróficas ocupadas por las especies nati-
vas. La carpa, por ejemplo, ha generado aumen-
to en la turbidez en prácticamente todos los
lagos someros en donde son introducidas y dis-
minución del espejo de agua (Meijer
et al.
1990;
Sibbing 1991; Breukelaar
et al.
1994; Cline, East
y Threlkeld, 1994; Huerto
et al
. 2009) y tanto la
carpa como la tilapia tienen un sobrelapamien-
to en el nicho trófico de especies nativas (i.e. pez
blanco, ajolote, acúmara, cheguas)
1
(Cahn 1929;
Persson 1991; Zambrano
et al.
1999; Zambrano,
Scheffer y Martínez-Ramos 2001; Huerto
et al
.
2009). A raíz de la introducción de peces exóti-
cos las condiciones del Lago han ido cambiando
y se ha observado disminución pesquera. La car-
pa común
Cyprinus carpio
, por ejemplo, revuelve
el fondo del lago, tiene un sobrelapamiento en
el nicho trófico de las especies nativas, se ali-
menta de los desoves del pescado blanco e in-
clusive se alimenta de otros peces (IMTA 2004;
Huerto
et al.
2009, 2010).