Ampliamente debatidos, analizados y
por ende polémicos, lo cierto es que
estos tratados y acuerdos han fomen-
tado el flujo de mercancías, capitales
y servicios entre México y sus socios
comerciales. Cuando fluyen productos
entre países, fluye también el agua que
se utilizó en su elaboración. Cientos
de miles de productos e insumos agro-
pecuarios e industriales se movilizan
diariamente entre fronteras políticas.
Con ellos, miles de metros cúbicos de
agua se están comercializando tam-
bién, aunque no se vean.
Los tratados de libre comercio son pro-
movidos, también, como generadores
de ingresos y creadores de empleo
para distintos países, ya sea por cos-
tos de los insumos, políticas laborales,
estímulos fiscales, o bien, las ventajas
competitivas que ofrece un país.
Inversiones millonarias se destinan a
desarrollar plantas de producción en
países con quienes se tiene tratados
comerciales para facilitar su ingreso a
los países de destino de los productos,
tales como armadoras de autos o plan-
tas de tecnología que se han estableci-
do en México para exportar tecnología
de distintos países a Estados Unidos de
América, principal mercado de este
tipo de bienes y servicios, aprovechan-
do el bajo costo de los insumos, mano
de obra, facilidades de política laboral
y estímulos fiscales que ofrece la Re-
pública Mexicana a sus socios comer-
ciales. De igual forma, el fácil acce-
so, tanto por su ubicación geográfica
como por su tratado de libre comercio
con el país vecino del norte.
Aunque esto no siempre se traduzca
en mejores condiciones de vida para
la población en general, o bien, mag-
nifique la fuerza productiva de las uni-
dades familiares y micro, pequeñas y
medianas empresas, ni hayan logrado
acercarnos a la seguridad alimentaria,
es suficiente para que distintos gobier-
nos y grandes jugadores financieros
califiquen de exitosos estos tratados.
Normalmente, la eficacia de dichos tra-
tados se mide en divisas generadas (sin
considerar en cuántas manos se quedan
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