Presentación
El acceso universal al agua y al saneamiento sigue siendo una aspiración en
el mundo. En 2015, la Cumbre de Naciones Unidas para el Desarrollo Sos-
tenible estableció la meta de garantizar que todas las personas accedan al
agua potable y a los servicios de saneamiento e higiene para el año 2030.
Estos objetivos –que los países se comprometieron a cumplir– establecen
que el acceso, además de universal, debe ser equitativo. Y esto es así por-
que se reconoció que los obstáculos para que todas las personas ejerzan su
derecho humano al agua no es principalmente la “escasez” del líquido, las
alternativas técnicas o el insuficiente financiamiento, sino, sobre todo, las
desigualdades sociales que provocan que 663 millones de personas carez-
can de agua potable y 2,400 millones, de servicios básicos de saneamiento.
Muchas de estas personas están en los países llamados en vías de desarro-
llo, habitan zonas rurales y, como más recientemente se ha documentado,
viven en las zonas periurbanas.
Así, la desigualdad, la pobreza y la marginación se encuentran asociadas
a la falta de agua potable y el saneamiento; a la vez, la carencia de estos
servicios es un freno para el desarrollo local. Una de las formas de desigual-
dad que tiene un impacto importante relacionado con la falta de acceso al
agua y al saneamiento es la que prevalece entre las mujeres y los hombres.
A pesar de los avances, las mujeres enfrentan un conjunto de asimetrías
en todos los ámbitos que redunda en cargas de trabajo no remunerado
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