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La cuenca del río Usumacinta
desde la perspectiva del cambio climático
esclavizado de indios y peones cortaron incontables caobas de
enorme valor natural durante los años subsecuentes, hasta que
con la Revolución Mexicana se puso fin a la explotación de
indios y peones y a la depredación de la selva, con lo que gran
parte de las compañías desaparecieron, y ya para 1929 las últimas
fincas dejaron de funcionar (De la Maza y Carabias, 2011).
La llegada de nuevos habitantes a la cuenca del Usumacinta
obedeció a diferentes causas: acciones gubernamentales para
ocupar zonas fronterizas y así supuestamente garantizar la
soberanía, por la llegada de refugiados guatemaltecos a raíz del
fuerte conflicto político social que se dio en el vecino país, por
efecto de la migración tanto del lado chiapaneco por el oeste de
la cuenca, como por Tabasco desde el norte. La llegada de nuevos
pobladores no implicó un florecimiento social en la cuenca, por
el contrario, los diversos diagnósticos socio-económicos que se
han realizado en la cuenca del Usumacinta mencionan que la
población que habita dentro de la cuenca se encuentra dentro de
los niveles de marginación más elevados de México y Guatemala.
La producción agrícola se distingue por su alto impacto al medio
ambiente y su pobre rendimiento. Domina la agricultura de roza-
tumba y quema, lo que afecta fuertemente al entorno. Se utilizan
en el proceso gran cantidad de agroquímicos y por supuesto
de pesticidas, que afectan tanto a los suelos como a los mismos
productos que se obtienen como el maíz, la calabaza, el chile o el
frijol. El uso indiscriminado de fertilizantes y pesticidas afectan
la química del suelo que pierde humus y provoca también la
desaparición de hongos y plantas favorecedoras para el suelo.
La no sustentabilidad domina en los procesos productivos
agroalimentarios. En distintas zonas de la Selva Lacandona y en las
zonas bajas de Tabasco, es la ganadería extensiva la que domina
los paisajes productivos (Cabrera y Cuc, 2002; March, 2010).