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Y todo ese conocimiento estaba… ¿dónde creen? Pues nada más ni nada menos
que en ese lugar increí ble y sorprendente que es la inteligencia humana, par te
de ella reunida es ese invento moderno que es la Internet, donde –quien esto
escribe–, anduvo hurgando, revolviendo, tocando, buscando para sacar de ahí
ideas, conceptos, palabras y, a veces, frases enteras para completarlo. En las
páginas finales encontrarás las direcciones de los sitios y por tales en los que se
estuvo consultando para darle forma a los temas del libro.
Pero entonces –te preguntarás–: “Si no es un libro fascinante, ni cuenta hechos
increí bles, ni nar ra aventuras maravillosas, ni fábulas, y no aparecen seres
fantásticos, entonces, ¿de qué trata?, ¿qué cuenta?, ¿de qué habla?”
Pues habla, te diré, de cosas simples…, bueno…, no tan simples; de cosas de todos
los días. Trata del agua y de la salud; de la antigua y cercana relación entre una y
otra. Habla de cómo el agua y la salud están en nuestras vidas, toda la vida.
Por ejemplo, a lo mejor tú, al igual que muchas personas, piensan que en otras
épocas –hace, digamos, doscientos años–, toda la gente estaba en conocimiento
de que la salud dependía del agua. ¡Pues no! Lo ignoraban por completo. Pero hoy
sabemos que es así, gracias a trabajos de historiadores y escritores.
Hace dos siglos –nos cuentan unos y otros–, la gente moría a montones, pues
no sólo no tenían medicamentos, sino que muchas muer tes ocur rían porque las
personas no estaban al tanto de las bondades del agua, por una par te, ni de los
males que causaba el líquido en las poblaciones, por otra.
Para los hombres y mujeres de aquellos tiempos, el baño diario, her vir el agua o
limpiar los lugares donde vivían no era costumbre. No era, como hoy en día, una
necesidad y una condición para conser varnos sanos, para mantenernos con vida.